237 escalones de una interminable escalera caracol empinadísima y con apenas uno o dos descansos. Tan iluso fui que llevaba la mochila encima con algunos recuerdos que ya había comprado en Montmartre más la laptop, sus accesorios y otras tantas cosas más que, en un momento, creí que pesaban una tonelada.
Cuando ya estaba por darme por vencido, después de haber hecho varias paradas a medio camino, me di cuenta de que ya estaba allí. Había llegado a la cúpula más alta de la Basílica del Sagrado Corazón de Sacre Coeur.
¿El premio? Una vista inolvidable de París desde lo más alto de la colina de Montmartre.