Nací en Buenos Aires y viví allí 35 años de mi vida. Después me fui y me tocó vivir en otras partes del mundo, pero Buenos Aires es y siempre va a ser mi ciudad.
En este artículo te quiero contar sobre mi visita a Buenos Aires hace unos meses, después de unos años de no pasar por allí. Cómo me encontré en un nuevo barrio y cómo anduve de turista por mi propia ciudad. Además, mi reencuentro con el subte y el centro porteño.
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Una vuelta a otra Buenos Aires
Como el Matador de la canción de los Cadillacs, nací en Barracas. Todo el tiempo que viví en Buenos Aires fue en el mismo barrio.
Cuando me fui por última vez de allí, el auto que me llevaba abandonó mi vieja casa de la calle Alvarado y yo no lo sabía, pero no iba a volver más allí.
Mientras estuve en el exterior, mi familia se fue del barrio así que, al pasar por Buenos Aires, me encontré sin motivos para volver al sur.
La vuelta me encontró quedándome cerca de mis afectos que ahora están por Villa del Parque. Un universo distinto, dentro del multiverso de los barrios de Buenos Aires.
Me alojé por Villa Devoto, un panorama diferente al de los últimos tiempos que aún recuerdo de Barracas. En Devoto no se ven tantos camiones, las casas son más lindas, hay negocios más variados, faltan casas de repuestos, y hay sensación de mayor seguridad.
En diferentes direcciones, a unas cuadras, hay avenidas céntricas, con locales arreglados, calles un poco más limpias, vidrieras atractivas y gente moviéndose a toda hora.
No era el recuerdo que tenía de Buenos Aires, pero no porque la ciudad haya cambiado, sino porque yo viví siempre en la otra Buenos Aires.
La otra Buenos Aires
Cuando yo vivía en el sur y en los medios se hablaba de «la otra Buenos Aires», se referían a la Buenos Aires postergada. La de los barrio del sur: Mataderos, Lugano, Nueva Pompeya, La Boca y Barracas, principalmente.
Para mí esa no era la otra, era la ciudad que yo conocía y en la que crecí. La otra era la otra. La linda, la elegante, la limpia, la turística, la europea.
Justamente en este regreso, los días que estuve en mi ciudad los viví en esta última.
Partiendo desde una zona agradable de Devoto, fui a la zona turística. La del Cementerio de la Recoleta, el Museo de Bellas Artes, la Facultad de Derecho y el Alto Palermo. Lugares que en realidad conocía y por los que pasé miles de veces, pero sin prestar tanta atención, incluso habiéndolos visitado.
Durante una semana hice una vida de turista en mi propia ciudad y me di cuenta lo hermosa que puede ser esa otra Buenos Aires.
También fue una ocasión para valorar algunos aspectos de la ciudad que extraño mucho. Uno de ellos, el subte.
El Subte
Durante años trabajé por Almagro. Luego, por Palermo. Cuando renuncié, y empecé a trabajar como freelancer, tenía un cliente en Chacarita. En todos estos casos, viajaba en subte para hacer una parte del recorrido.
Viajar en subte a hora pico es algo que no le deseo ni a mi peor enemigo. Sin embargo, al volver a tomarme el B para ir al centro después de varios años, me sentí como pez en el agua.
Tener un subte en la ciudad es un honor y un gran privilegio. Los malos momentos allí no opacan todo lo que aporta este sistema de transporte que es también parte de la cultura de la ciudad.
El centro de Buenos Aires
Trabajé durante un par de años en el centro de Buenos Aires. Siempre tuve una relación de amor y odio con esta zona de la ciudad. Mucho más cercana al odio que al amor, debo admitir.
Será seguramente por la cantidad de gente que suele transitar por ahí. O tal vez por el caos de tránsito. O más probablemente por lo agobiante que suele ser durante el verano. Bueno, debe ser por todo eso junto, sumado a algún mal recuerdo de haber trabajado por ahí.
Tuve la oportunidad de conocer capitales como París, Bruselas, Amsterdam y hermosas ciudades menos conocidas como Gante, Maastrich, York o Amberes. A nivel visual, arquitectónico y cultural, Buenos Aires es una ciudad a la altura de todas esas.
Buenos Aires tiene opciones inagotables de comida y cultura. Pero más que eso, posee un rasgo propio muy particular y una dinámica única que, en mi opinión, se manifiesta principalmente en el centro.
No sé si es el Obelisco, las pizzerías, las librerías, las galerías, los teatros, el sonido del tango para los turistas, pero el centro feo y bello a la vez, es clave.
En este regreso lo pude comprobar una vez más. El centro porteño de noche, con luces cyberpunk y multitudes en las calles es hermoso.
Esperando la siguiente vuelta
Pasé apenas siete días en este breve retorno. Me sentí demasiado a gusto, pero me quedé con ganas de dar más vueltas, de visitar más lugares, de ir a comer una pizza en el centro, de ir a una disquería, y de pasar más tiempo con mi familia y mis amigos.
No me preocupa igual porque sé que en cualquier momento voy a regresar. Una parte mía sigue viviendo allí y, cada tanto, me pide volver.