Este 2020 (que mientras escribo estas palabras aún no termina) ha sido complicado para todo el mundo. Y yo no he sido la excepción.
Iba a ser un año soñado con boda incluida y las medidas tomadas por los gobiernos en medio de la pandemia complicó todo. Sin embargo, en un panorama de incertidumbre total, se abrió una pequeña esperanza para mí.
Por un lado, iba a necesitar paciencia para que se acomodaran algunas cuestiones. Y por el otro, iba a tener que ponerla en práctica en otro lugar. Ese lugar fue Las Toscas, en Uruguay.
La espera valió la pena y al irme, prometí escribir sobre este lugar. Ese es el motivo de este artículo. Así que te voy a contar cómo es Las Toscas. Dejaré Atlántida, la localidad con la que está conectada, para otro artículo individual.
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Las Toscas, en la Costa de Oro
En el departamento de Canelones, hacia el este de Montevideo, hay una serie de balnearios con playas preciosas. A toda esa zona se la conoce como la Costa de Oro. Entre estos balnearios se encuentra Las Toscas, ubicado entre Atlántida y Parque del Plata.
Como se ve en el mapa, Las Toscas es casi un rectángulo de 8 x 18 cuadras, con un trazado recto de calles. Está integrado a sus vecinos, de modo que si caminás hacia el oeste llegás a Atlántida y si lo hacés hacia el este, a Parque del Plata.
En Las Toscas vacacionan uruguayos, argentinos y personas de otros países. Es un lugar ideal para muchos jubilados extranjeros. ¿Por qué? Porque es pacífico y hasta cierto punto económico, a pesar de lo caro que es Uruguay para vivir.
Si bien Las Toscas y toda la Costa de Oro son principalmente lugares de descanso para las vacaciones, en el último tiempo la gente se ha ido escapando de Montevideo y se ha instalado allí para vivir. Esto ha hecho que la fisonomía del balneario fuera cambiando. Antes era más agreste y ahora, más urbano.
El censo de 2011 indica que en Las Toscas viven apenas más de 3.000 personas, pero los vecinos aseguran que ese número ha incrementado de forma importante en los últimos años.
El clima
Llegando desde el mundo de la celeridad que puede ser Buenos Aires, la primera impresión que tuve de Las Toscas es la paz que reina allí. Como fui fuera de temporada, había poco movimiento y de alguna forma todo me pareció más lento y relajado.
Al estar en las calles se siente la brisa del mar, típica de localidad balnearia. Durante el tiempo que estuve, entre agosto y octubre, la temperatura fue templada, con noches frías y algún pico ocasional por encima de los 25° C durante el día.
Hasta donde tengo entendido, en verano el sol está a pleno y hace calor, pero no agobia gracias a la playa y la salida al mar, pudiendo haber noches frías incluso en verano.
Un barrio tranquilo y con todo tipo de casas
Las manzanas del balneario están divididas en diferentes terrenos, donde cada vecino ha edificado según sus gustos. La mayoría de las construcciones no superan los dos pisos. Se ve mucho verde con jardines extensos tanto en la parte frontal como trasera de las casas. Si bien la zona originalmente tenía muchos pinos, la gente fue trayendo otras especies de árboles, que dan sombra en las entradas y en lugares estratégicos de los terrenos.
Hay residencias que rozan el lujo, con cuidados especiales y hay casas más humildes. Los estilos cambian según los propietarios, pero en general hasta la más humilde tiene su encanto.
No hay demasiados negocios pero hay almacenes, panaderías, supermercados y lugares para comprar comida hecha. Hay muy pocos restaurantes y lugares para salir. Toda esa actividad de interés para turistas se encuentra en Atlántida.
Las calles son de tierra, excepto por algunas arterias principales que están asfaltadas. En general, las encontré descuidadas y sucias, con pozos importantes y lugares donde el pasto crece demasiado alto.
De todas las calles, la rambla destaca por su vista. Un mar verdoso, cuando el viento ayuda y las corrientes oceánicas traen agua salada. O un mar amarronado, cuando el agua del estuario del Río de la Plata trae agua dulce.
La playa no llega a verse del todo desde la rambla porque está debajo, tras pasar las dunas. A lo lejos, los días donde hay suficiente visibilidad, pueden verse los montes de Piriápolis. Una vista hermosa que embellece el paisaje.
La playa
Bajé poco a la playa durante mi estancia, pero pude disfrutar de algunas caminatas. El clima no ayudó mucho, principalmente porque me tocaron demasiados días de lluvia y algunos de frío intenso. Pero en aquellas jornadas que el calorcito apareció, fui a dar una vuelta por la playa.
La playa se extiende por toda la costa del balneario y se conecta con la de Atlántida al oeste y la de Parque del Plata al este. Tras las dunas al ingreso, aparece la arena, de un color blanco envidiable.
En comparación con las playas de Atlántida, las de Las Toscas son más lindas, con una arena más fina, blanca y limpia, aunque pierden un poco en cuanto al paisaje en general.
La gente
Como soy un poco antisocial, no estuve en contacto con muchas personas de Las Toscas, más allá de mi círculo familiar. Todas mis interacciones fueron reducidas y siempre a través de vendedores, cajeras y personas que atienden en los diferentes negocios.
La constante en todos estos casos es el respeto y la amabilidad pero recubierta con esa sobriedad características de los uruguayos, que a veces los pinta como antipáticos. Nada más lejos que eso. Esos breves momentos de sociabilidad me hicieron sentir en casa.
La fauna
Como buen porteño ignorante de la naturaleza que soy, de golpe me encontré en un lugar donde había diferentes tipos de animales.
Lo primero que me llamó la atención fueron la diferente variedad de pájaros. Me fueron ilustrando para que conociera cada una de las especies que viven allí. Palomas de ciudad, palomas de monte, cardenales, bienteveos, gallinetas, cotorras y teros, los más destacados.
Es cierto. A algunos de estos los tuve siempre alrededor en Buenos Aires, pero nunca les presté mayor atención.
A estos pájaros se le suman algunos insectos. El más llamativo sin duda es el mangangá, un abejorro gordo, con un zumbido fuerte, que parece amenazante pero no lo es tanto. Fui testigo de cómo estos bichos grandotes perforaron madera para hacer su nido, logrando el mismo efecto que con un taladro eléctrico.
Otro animal destacado que lamentablemente no pude ver mucho fueron las comadrejas. Estos marsupiales anidan en los terrenos y tienen capacidad para trepar por árboles y estructuras. Apenas pude ver una en un par de ocasiones. Aunque también vi un par más, tiradas a un costado de la calle, después de haber sido atropelladas.
Por último, no puedo dejar de nombrar a los perros. Amo a los perros, pero no estoy acostumbrado a caminar por la calle y encontrarlos sueltos, algo que me parece molesto. Vi también muchos reja de por medio, mientras se acercaban a ladrarme. Casi diría que no hay casas que no tengan perros. Y hay muchas que tienen más de uno. De todas las razas, colores y tamaños.
La última sorpresa en términos de fauna me la llevé el último día de mi estadía en Las Toscas. Apareció una araña bastante grande de la cual intenté mantenerme lo más alejado posible.
Personalidades
Las Toscas fue el lugar de vacaciones de la poetisa Idea Vilariño y del cantautor Alfredo Zitarrosa.
Además de tener una casa de vacaciones, Idea Vilariño se instaló en el balneario durante los últimos años de su vida. Hay actualmente un homenaje para recordarla en una de las entradas de la playa.
En el caso del músico y poeta, también hay una estructura con una guitarra simbólica en la rambla, que lleva su nombre.
Las Toscas, un lugar donde encontré paz en medio de un año agitado
Las Toscas en invierno es un lugar tranquilo, con un clima templado y por momentos bastante frío.
Reina la paz y el sonido ambiente es el de la naturaleza. Se puede escuchar el mar y los pájaros. Es cierto, cada tanto se oye el parlante de algún vendedor con las promociones de la semana en el supermercado local. O la musiquita que pasa el vendedor de garrafas. Algo típico de ciudad balnearia y que en el contexto actual lo hace un poco cyberpunk.
A pesar de haber estado una semana en verano en Las Toscas, no puedo saber realmente cómo es durante esa estación. Me han dicho que hay mucha gente, más color y más vida.
En un año raro, cargado de incertidumbre, con situaciones horribles y momentos inolvidables, yo siempre voy a recordar Las Toscas de invierno, con su armoniosa tranquilidad. Un lugar en el que me sentí como en casa.