París no es solo la capital de Francia, es una de las capitales del mundo. La primera impresión que tuve de esta metrópolis no fue buena. Gozaba de la tranquilidad de La Haya en Holanda y de golpe, me encontré en… una especie de Buenos Aires.
El parecido con la ciudad en la que nací no es para nada imaginario. Cada calle que pasaba podía ser de Recoleta o de Avenida de Mayo y más de una esquina me recordaba Callao y Santa Fe. Algunas calles céntricas, con veredas angostas me retrotrajeron a Suipacha o Maipú.
Si bien mi mente siguió realizando comparaciones entre París y Buenos Aires de forma constante, la sensación de agobio de estar nuevamente en el caos de Baires, se me fue a las pocas horas, justo después de ver la Torre Eiffel.
En este artículo voy a enumerar 8 notas de viaje que no tienen mucha relación entre sí, excepto que todas tratan sobre Francia y París en particular.
Contenido
1. Una ciudad bien señalizada
La primera particularidad que me llamó la atención es lo correctamente señalizada que está París. Hay un semáforo donde tiene que haber uno y si no hay, es porque no hace falta.
Las sendas peatonales están correctamente marcadas. Uno no tiene que andar adivinando por donde cruzar, como me pasa un poco en Holanda.
Todo esto no significa que el tránsito no sea caótico. Es una gran ciudad y hay vehículos por todos lados. Aunque no vi demasiados camiones en mi corta estadía y eso me pareció llamativo también.
2. Arquitectura familiar
Como comentaba al principio del artículo, el parecido que Buenos Aires tiene a París es verdadero y no una leyenda que decimos los porteños porque nos creemos más.
Muchas partes de Buenos Aires se construyeron basándose en la arquitectura francesa. Por supuesto, lo primero que se puede mencionar es el famoso balcón francés que en la Reina del Plata se puede apreciar más de forma masiva en la zona norte de la ciudad.
Pero no es lo único. Las fachadas de los edificios y el diseño mismo de las calles tienen una semejanza que por momentos asombra.
3. Monopatines por todos lados
Ahora aparecieron también en Buenos Aires, pero cuando visité París todavía no estaban allí. Los monopatines eléctricos están tirados por todos lados en París y se puede ver a gente usándolos en la calle.
Al igual que los que se instalaron en Baires, los monopatines se activan a través de una app que permite desbloquearlos y utilizarlos.
No se me ocurrió utilizarlos durante mi estadía porque el modo de transporte favorito fue el metro. Lo que me lleva al siguiente punto.
4. El metro: eficiente pero sucio
El metro de París me hizo acordar también al subte de Buenos Aires. Las estaciones son similares. En algún punto, podría decir que se parecen a las de la línea A y las de la línea E. Son antiguas, rústicas e incluso, algunos sectores parecen abandonados.
El servicio del metro lo encontré eficiente, sin demoras, ni suspensión de servicio. Claro, esto en el corto tiempo que estuve.
En general, París me pareció una ciudad bastante sucia. Pero el metro le lleva el promedio hacia abajo. El olor en algunas estaciones es insoportable.
Siempre consideré que Buenos Aires era una ciudad pestilente. Pero luego de pasar por Amsterdam y París entendí que el tema de la suciedad y la basura afecta a todas las grandes metrópolis.
En cuanto a la forma de viajar en el metro, fue todo igual que en Buenos Aires. A la hora pico los coches se llenan y la gente se aprieta, empuja y padece, del mismo modo.
También aparecen simpáticos personajes que hablan solos, gritan y se pelean con ellos mismos, o contra el que los mire mal. Parece ser que estos individuos están en todos los metros, sea París, Buenos Aires, Madrid o New York.
5. Ciudad militarizada
No sé si será por los recientes atentados que sufrió Europa, por las protestas de los chalecos amarillos, o por qué motivo pero la policía en Francia está militarizada.
El típico agente de campo está armado hasta los dientes, con una ametralladora de asalto visible y equipo que parece asemejarse más al de un soldado en plena guerra que a un oficial de policía.
Yo mismo los vi alejar a una señora que simplemente estaba mendigando dinero en las puertas de Notre Dame (dos semanas antes de que se prendiera fuego). Tres policías super armados se acercaron y de algún modo la convencieron para que se retirara del lugar.
Me pareció una reacción exagerada y yo, que no soy para nada del grupo que detesta a las fuerzas de seguridad porque sí, sentí una cierta incomodidad.
6. El idioma
En Francia se habla francés. Parece algo obvio, pero a veces es bueno recordarlo.
Fui a comprar un obsequio para un amigo y no sé por qué se me ocurrió saludar al señor que me atendió con un «Hello», a lo que me respondió serio con un «Bonjour», como diciéndome «¿Te queda claro, no? Acá es Bonjour»
Y esto es algo particular de Francia. En Holanda, por ejemplo, puedo ir a comprar y hablarle al que me atiende en inglés. Enseguida los holandeses cambian el chip y salen hablando en inglés con la misma simpatía de siempre y sin mirarme raro.
Los franceses tienen algo con su idioma y es respetable. Las personas mayores tienden a hablar únicamente en francés. Los jóvenes están más abiertos a hablar en inglés. Por supuesto, en hoteles y lugares turísticos, se puede hablar perfectamente en inglés.
7. La Torre Eiffel
La Torre Eiffel es hermosa y contemplarla por primera vez fue una emoción increíble. Por más que digan que París tiene mucho más que la torre, la Torre Eiffel es gran parte de ese atractivo.
La torre se ve desde distintos lugares de la ciudad, siendo un punto de referencia inconfundible. De noche se ilumina y es mucho más hermosa. Un espectáculo que vale la pena ver al menos una vez en la vida.
Si vas a París, tomate el tiempo de subir a la torre. No es caro y se hace en un par de horas. La Torre Eiffel tiene dos niveles. El primero está en la parte que se encuentra a la mitad. Allí hay tiendas de regalos y lugares para tomarse una copa o un café.
También se puede subir a la parte más alta para contemplar la ciudad desde allí. Si tenés miedo a las alturas, cerrá los ojos cuando el ascensor sube y no te asomes demasiado cuando estés en la cima. Pero no dejes de disfrutar al menos un poco de ese panorama único de París.
A estos dos niveles se accede a través de dos ascensores que tienen turnos u horarios. Así que hay que hacer cola para subir y bajar, incluso una vez que ya pasaste el control.
Y hablando del control, son muy estrictos con la seguridad. Así que si planeás subir a la torre, llevá los elementos mínimos e indispensables. Fijate bien qué es lo que se permite y qué es lo que no. Vi tantas Victorinox abandonadas por turistas que me partió el alma.
8. A la moda
Y si hay algo que me dio mucha bronca es lo bien que se visten los parisinos. Se visten tan bien que hace sentir que uno se viste mal y que viene de un lugar donde hay pésimo gusto para vestirse.
Me tocó estar en París en invierno casi primavera y se veían abrigos largos, bufandas y accesorios a la moda. No todos pero muchos de los parisinos que me cruzaba podía ser parte de la campaña de alguna marca de ropa. Sí, incluso esos que iban con la baguette bajo el brazo (un estereotipo que existe y no es leyenda)
París, una ciudad para volver a visitar
París es una de esas ciudades para ir una vez y volver. En el poco tiempo que estuve pude hacer un montón de actividades, visitar monumentos, ir al Louvre, a Notre Dame, pero hay muchas otros lugares para visitar y actividades para realizar.
Así que tendré que volver otra vez y si puedo, muchas más veces también.